Alimentación

Varios estudios han demostrado que la alimentación tiene una gran influencia en la calidad de vida del paciente con EPOC. Además de no proporcionar los nutrientes adecuados, una mala alimentación puede desembocar en un cuadro de sobrepeso o en uno de desnutrición y cualquiera de los dos influyen muy negativamente en la evolución de la enfermedad, ya que afectan a la musculatura respiratoria y al parénquima pulmonar.

Las alteraciones nutricionales son frecuentes en patologías respiratorias y especialmente en la EPOC, debido, entre otros factores, a un mayor gasto energético, a una disminución de la ingesta, a una malabsorción y a la fatiga. Aproximadamente un 40% de los pacientes con esta patología presentan malnutrición, lo que agrava los síntomas y empeora el pronóstico a largo plazo.

Por ello resulta crucial incluir unas pautas adecuadas de alimentación en el manejo terapéutico de la enfermedad. El médico nos orientará y asesorará para seguir una dieta apropiada en función de nuestras necesidades y situación.

La dieta del paciente con EPOC debe ser una dieta equilibrada, rica en nutrientes y en antioxidantes (como frutas y verduras) y en la que se eviten ciertos alimentos. Es recomendable basarla en limentos integrales, no procesados, bajos en grasas saturadas, grasas trans, colesterol, sal y azúcares añadidos.

Al margen de las especificidades de cada paciente que deberá observar el profesional sanitario, las recomendaciones generales son:

  • Especialmente cuando se padece EPOC avanzada, realizar de 5 a 6 comidas pequeñas al día en lugar de 3 grandes.
  • Evitar las comidas abundantes.
  • Tomar 3 o 4 raciones diarias de fruta, incluyendo especialmente aquellas ricas en vitaminas C y E como naranjas, mandarinas, kiwis,
  • Tomar 2 raciones de verdura diarias, una de ellas en crudo. Incluir vegetales de hoja verde.
  • Consumir pescado entre 2 y 3 veces por semana, especialmente pescado azul.
  • Alimentos ricos en antioxidantes como nueces, almendras y algunas frutas y verduras.
  • Ingerir alimentos ricos en magnesio, que encontramos, entre otros, en espinacas, zanahorias o cereales.
  • Elegir preferiblemente cereales, pan y pasta integrales.
  • Evitar los vegetales que provoquen gases.
  • Evitar las grasas, especialmente las de origen animal y las vegetales de palma o coco. Usar preferiblemente aceite de oliva.
  • Evitar la ingesta de alimentos muy procesados como bollería industrial, platos precocinados congelados, patatas fritas industriales o refrescos.
  • Evitar las bebidas alcohólicas y las azucaradas.
  • Evitar el consumo excesivo de sal.
  • Beber abundantes líquidos, mejor fuera de las comidas.
  • No tomar los alimentos ni muy fríos ni muy calientes.
  • Comer despacio masticando bien.
  • Reposar antes y después de las comidas.