Tratamiento

La EPOC es una enfermedad crónica y, por lo tanto, no tiene cura. Sin embargo, existen tratamientos que consiguen reducir sus síntomas y el riesgo de exacerbaciones, mejorar la capacidad pulmonar ralentizar la progresión de la enfermedad y dotar de una mejor calidad de vida al paciente.

Para una mayor eficacia, los tratamientos para la EPOC combinan medicación con rehabilitación pulmonar -incluyendo fisioterapia respiratoria-, un estilo de vida saludable, ejercicio y una buena alimentación, terapias que, en conjunto, optimizan el manejo de la patología. Complemento indispensable es también la vacunación contra infecciones respiratorias, especialmente contra la gripe y la neumonía por neumococo, para evitar riesgos graves.

El primero y más importante tratamiento para la EPOC es dejar de fumar. Los medicamentos no lograrán resultados positivos si el paciente fuma.

Tratamiento farmacológico

El tratamiento farmacológico para la EPOC se basa en broncodilatadores, corticoides o una combinación de ambos. Estos medicamentos se administran mediante inhaladores. Es fundamental usar estos dispositivos correctamente, para lo que la formación a cargo de profesionales sanitarios constituye una ayuda importante.

Los broncodilatadores de acción corta – de rescate o alivio-, utilizados a demanda, como el albuterol, el ipratopio o el levalbuterol, están indicados para pacientes con síntomas ocasionales. En los casos de síntomas permanentes, los broncodilatadores de acción prolongada, que se administran regularmente, como el salmeterol, el formoterol o el bromuro de tiotropio, permiten un mayor control de los síntomas una reducción de las exacerbaciones y una mejora de la función pulmonar y de la calidad de vida.

En cuanto a los corticoides inhalados, como la fluticasona o la budesonida, están indicados en los pacientes con frecuentes exacerbaciones, que ayudan a prevenir reduciendo la inflamación de las vías respiratorias.

En los casos en que se prescribe la combinación de dos broncodilatadores y un corticoide, se cuenta con la llamada triple terapia cerrada, consistente en la unión de los tres medicamentos en un dispositivo inhalador.  Se trata de un avance innovador sobre el que se ha demostrado científicamente que incrementa hasta en un 37% la adherencia al tratamiento y ayuda a un mejor control de la enfermedad y a ralentizar su progresión. Además, reduce la necesidad de utilizar inhaladores de rescate, el riesgo de exacerbaciones y las hospitalizaciones.

En función del estado de salud y de las circunstancias el médico puede también prescribir antibióticos o antiinflamatorios.

Oxigenoterapia

Con el avance de la enfermedad, es posible que el paciente necesite oxígeno suplementario porque el que llega a la sangre al respirar es insuficiente. En ese caso, el médico puede prescribirle tratamiento con oxigenoterapia, que consiste en obtener concentraciones de oxígeno superiores a las del aire a través de un equipo diseñado para ello. La terapia puede seguir en el domicilio del paciente, que puede usar un equipo portátil, lo que le permite salir y realizar actividades en el exterior.

Hay varios tipos de dispositivos de oxigenoterapia, solución que debe prescribir el médico, cuyas indicaciones se seguirán estrictamente. Para ello, el especialista realizará una evaluación previa, normalmente con gasometría arterial, para medir el oxígeno y el dióxido de carbono en la sangre.

Los equipos de oxigenoterapia a domicilio (terapias respiratorias domiciliarias) pueden ser:

  • Cilindro de alta presión. Conserva el gas en estado gaseoso. Ocupa un volumen grande, no ofrece autonomía y precisa recambios frecuentes.
  • Concentrador de oxígeno estacionario. Elimina el nitrógeno del aire que lo rodea para crear altos niveles de oxígeno mediante filtros moleculares. Necesita una fuente continua de energía eléctrica y es ruidoso.
  • Concentrador de oxígeno portátil. Más pequeño y ligero que el estacionario, puede recargarse en cualquier enchufe, incluso en el coche. Al ser de menor tamaño, generan una menor cantidad de oxígeno.
  • Tanques de oxígeno. De acero o aluminio se llenan con gas oxígeno comprimido. Los hay de varios tamaños, incluyendo opciones portátiles que se llevan en un bolso colgado al hombro.
  • Oxígeno líquido. El oxígeno se almacena en estado líquido a muy baja temperatura y se transfiere a pequeños tanques que permiten la autonomía del paciente de 4 a 8 horas

Aunque está más indicada para tratar la apnea del sueño, a algunos pacientes con EPOC puede prescribírseles una CPAP (Presión Positiva Continua en la Vía Aérea) para aliviar su insuficiencia respiratoria. Se trata de un equipo dotado de una turbina que genera aire a presión constante. Este aire llega al paciente a través de un tubo y una mascarilla ajustada sobre la nariz. Su uso suele indicarse de noche para evitar episodios de cierre aéreo.

Intervenciones endoscópicas en efisema pulmonar

En algunos pacientes con enfisema se puede decidir reducir el volumen residual de sus pulmones causado por la incapacidad de expulsar gran parte del aire que inspiran. Ese aire queda atrapado dificulta la respiración y en ocasiones los broncodilatadores no solucionan suficientemente el problema.

La reducción del volumen pulmonar puede lograrse mediante cirugía consistente en la eliminación de zonas dañadas del pulmón, de manera que el tejido pulmonar sano pueda expandirse y evitar el atrapamiento de aire, permitiendo una mejor ventilación.

Sin embargo, desde hace unos años, existe otra opción para reducir el volumen pulmonar mediante broncoscopia. Esta intervención endoscópica permite la colocación de unos dispositivos minúsculos que permiten regular el paso del aire a los pulmones, facilitando la salida del que está atrapado e impidiendo la entrada de aire nuevo a las zonas dañadas.

Los dispositivos más habitualmente utilizados en esta técnica son las válvulas endobronquiales unidireccionales. Con forma de pequeños paraguas, estas válvulas se cierran con cada inspiración, impidiendo que entre aire en las zonas dañadas y se abren al espirar, facilitando el vaciado de dichas zonas. Son implantadas por un endoscopista en una intervención que precisa de anestesia general y apoyo respiratorio externo, aunque la recuperación es bastante rápida.

Otro tipo de dispositivos son los llamados coils, unos pequeños muelles que se estiran para su colocación en el pulmón mediante endoscopio y vuelven a su forma original una vez implantados. Estos muelles envuelven, encogiéndola, la zona pulmonar dañada.

Trasplante pulmonar

Cuando el empeoramiento de la EPOC lleva a un deterioro muy grave e irreversible de los pulmones que no responde al tratamiento farmacológico, puede estar indicado el trasplante pulmonar.

Consiste en una operación quirúrgica en la que se extrae el pulmón dañado y se sustituye por otro sano procedente de un donante. El trasplante puede ser bipulmonar cuando ambos pulmones están afectados.

El neumólogo determinará, en base a la valoración del cumplimiento de ciertos criterios, si un paciente es candidato a trasplante. En caso afirmativo, pasará a una lista de espera. Entre las contraindicaciones para la realización del trasplante se incluyen enfermedad neoplásica, enfermedad pulmonar que con toda probabilidad vaya a afectar al nuevo pulmón, adicción a tóxicos, cesación tabáquica de menos de 6 meses, VIH, Hepatits B o Hepatitis C activas, limitación funcional que impida la rehabilitación postoperatoria, cáncer reciente o disfunción orgánica no corregible.

El paciente trasplantado deberá tomar medicamentos inmunosupresores de por vida.

Bullectomía

En algunos casos, la destrucción de las paredes de los alvéolos a consecuencia de la EPOC provoca grandes espacios de aire llamados bullas, que ocupan más del 30% del pulmón y causan problemas respiratorios.

La bullectomía es una intervención quirúrgica indicada en estos casos consistente en la extracción de las bullas, lo que mejora la función pulmonar y la tolerancia al esfuerzo y disminuye la disnea.